martes, 3 de abril de 2012

Let’s Face the Future!


Muchas son las lecciones que quienes se interesan por la historia de las campañas electorales pueden sacar de las históricas elecciones generales celebradas en el Reino Unido casi inmediatamente después de terminada la guerra la Alemania nazi y que arrojó un resultado asaz sorpresivo: la derrota de Winston Churchill, el líder cuya determinación y temple había salvado el pellejo de su país. Mucho se ha hablado de lo “malagradecida” que resultó ser la nación británica, pero un análisis más acucioso de cómo se desarrolló esta campaña que llevó a los tories a tan inaudita derrota nos lleva a concluir que  razones había, y de sobra, para esperar un cambio de rumbo en la dirección del dolido y menguante Imperio Británico.

     El parlamento electo en 1935 estaría destinado a vivir por el inusitado período de una década. El inicio de la Segunda Guerra Mundial obligó a la suspensión indefinida de comicios generales y a la formación, en 1940, de un gobierno de unidad nacional con la participación de conservadores, liberales y laboristas, todos bajo la dirección de Winston Churchill. Al terminar el conflicto en Europa, que supuso para el Reino Unido una victoria ganada tras grandes sacrificios y mediante una heroica resistencia, la vida política volvió a su cauce normal. El Partido Laborista demandó la inmediata disolución del parlamento. Muchos destacados políticos pertenecientes a los principales partidos abogaron por prorrogar al gobierno de coalición, e inclusive Churchill sugirió mantenerlo, por lo menos hasta que la guerra en el Pacífico concluyese. Pero el laborismo no cedió, y el primer ministro convocó a elecciones para el 5 de julio de 1945.

     La primera elección de la posguerra arrojó una contundente derrota para los conservadores. Este resultado sorprendió, como ya lo comentamos, a la mayoría de los observadores internacionales, quienes esperaban una cómoda victoria de aquel hombre que había llevado al Reino Unido a conquistar uno de los mayores triunfos militares de su historia. Winston Churchill había volado desde Postdam, donde se encontraba reunido con Stalin y Truman discutiendo sobre el futuro de Europa, con el propósito de conocer el veredicto del electorado. En su lugar, Clement Attlee presenció la clausura de la conferencia entre las potencias vencedoras en la guerra. Una nueva época en la historia británica se había iniciado.

     Nunca en este siglo el electorado de una nación democrática había sido tan, aparentemente,  ingrata con un líder vencedor en una contienda armada. El firme liderazgo de Churchill había evitado el aniquilamiento del Reino y su sometimiento bajo la opresión de una tiranía. ¿A qué se debió entonces este claro revés en las urnas?

    Sobraban razones para esperar una derrota tory en 1945. Winston Churchill no era todo el Partido Conservador. Además, dirigir a una nación en la guerra no era lo mismo que gobernarla en tiempos de paz. Al electorado británico se le reprochó su "mala memoria" al votar en contra de quién lo había salvado, pero fue precisamente su buena memoria la que condujo a los ciudadanos del Reino Unido a sufragar como lo hicieron. Recordaron los innumerables errores cometidos por las administraciones conservadoras en los años treinta, que acarrearon recesión, desempleo y carestía. Tampoco olvidaron los enormes desaciertos en política exterior de Chamberlain, con sus esfuerzos por congraciarse con la Alemania nazi y su tibieza durante la etapa previa a la guerra.

   
La sociedad británica de la posguerra necesitaba emprender profundas transformaciones para garantizar la reconstrucción del país, asegurar el éxito del Reino Unido en su tránsito de Imperio a nación y brindar de manera efectiva igualdad de oportunidades y bienestar social. El partido que entendió mejor estas necesidades fue el laborista. El manifiesto electoral que el laborismo presentó en 1945 llevaba por título el que para mi gusto ha sido uno de los sloganes electorales más poderosos de la historia, considerando, desde luego, las circunstancias históricas del momento: Let's Face the Future (encaremos el futuro). En él los laboristas proponían un ambicioso programa de reformas, destacando la nacionalización de instituciones y sectores sustanciales de la economía como el Banco de Inglaterra, el combustible, la energía eléctrica, el carbón, el hierro, el acero y el transporte público. También garantizaba el pleno empleo y prometía la implementación de un servicio nacional de salud, seguridad social y una nueva Acta de Educación.

   
Por su parte, los conservadores decidieron depender al cien por ciento de la figura popular de su líder, al grado que titularon su manifiesto electoral como "Declaración del Sr. Churchill para la Política para las Elecciones". Se trató de un  documento que pese a que prometía algunas reformas sociales en el fondo estaba imbuido en el tradicional conservadurismo doctrinario, además que recurría a  un estilo que inspiraba poca credibilidad entre el electorado.

     La reforma social era el tema central de la campaña electoral, y el Partido Conservador no lo entendió. Aunque en su programa se ofrecía beneficios sociales, ponía el énfasis en un ataque superficial y poco convincente contra los proyectos laboristas. Winston Churchill pronunció reiteradamente invectivas en ese sentido. Pensaba que con una campaña de miedo bastaría para convencer al electorado de no aventurarse con un cambio. Describió a sus adversarios como "aquellos que quisieran imponer a la Gran Bretaña para sus propios intereses un sistema de control burocrático con olor a totalitarismo". También declararía que "el socialismo es aberrante para las ideas británicas de libertad", para rematar diciendo "Ningún sistema socialista puede establecerse sin una policía política...ellos (los laboristas) tendrían que instrumentar alguna forma de GESTAPO". Esta retórica del pánico resultó sumamente contraproducente para el Partido Conservador. Se sacrificaba la discusión de los temas verdaderamente fundamentales en un intento de captar el voto por la vía de la propaganda insustancial, utilizando al miedo como arma política.


Pero los tiempos no eran propicios para el éxito de estas estratagemas tories. Los laboristas, lejos de caer en el terrorismo verbal, desarrollaron una campaña constructiva, explicando lo que pretendían hacer del Reino Unido si llegaban al poder y como encauzarían los cambios sociales que el pueblo británico demandaba. La organización laborista se mantuvo bien estructurada y alerta durante toda la guerra. Su trabajo dio magníficos resultados en 1945 en la tarea proselitista. Otro factor coadyuvante en la victoria del laborismo fue el buen desempeño de sus ministros en el gobierno de coalición, particularmente el prestigio ganado por el líder del partido, Clement Attlee, quien se mantuvo en todo momento respetuoso ante la figura histórica de Churchill a la hora del reto electoral. "los laboristas queremos que los electores entiendan la enorme diferencia existente entre Winston Churchill, el gran estadista en la guerra de una nación unida, y el Sr. Churchill, el líder del partido de los conservadores. Temo por aquellos quienes aceptaron su liderazgo durante la guerra y ahora están tentados por gratitud a seguirle en la paz, quedarían completamente desilusionados". El mensaje implícito en estas declaraciones de Attlee llegó claramente a la mayor parte de los ciudadanos.
     Por otro lado, Churchill menospreciaba abiertamente la capacidad intelectual y de liderazgo de Attlee, a quien describía como “un hombre modesto que tiene muchas razones para ser modesto” y como “Un cordero disfrazado de cordero (a sheep on sheep’s clothingh”) y varias más que han pasado a la historia de los más finos sarcasmos políticos.


Al margen de esta batalla político-ideológica-propagandística, escenificada por conservadores y laboristas, estaban los liberales. Sin ninguna posibilidad real de acceder al poder, el Partido Liberal vegetaba desde principios de los años veinte sin representar una alternativa atractiva para casi nadie en el Reino Unido, menos aún una vez terminada la guerra, cuando la nación  exigía cambios radicales. Los liberales estaban cerca de los laboristas en muchos aspectos, pero no en el relativo a las nacionalizaciones. Su indefinición, la falta de líderes carismáticos, su pobre organización y la carencia de fuentes seguras de financiamiento parecían condenar al Partido Liberal a una pronta extinción.

     El Partido Conservador sufrió el  5 de julio de 1945 una severa derrota en las urnas, la más grave desde 1905. El número total de representantes parlamentarios que los tories consiguieron ese día no sumaba ni la mitad de los que habían obtenido una década atrás. Los grandes vencedores fueron los laboristas, quiénes fueron capaces por primera vez en su historia de alcanzar la mayoría absoluta en Westminster. Los liberales, aunque mejoraron relativamente su porcentaje de votación comparado con 1935, vieron disminuir su representación parlamentaria.

     Clement Attlee se convirtió en el primer jefe de gobierno miembro del Partido Laborista con la posibilidad de ejercer el poder sin la necesidad de depender de ninguna coalición o del apoyo de algún otro partido, factor que abriría las puertas a un amplio programa de reformas.


Resultados de la Elección General del 5 de julio de 1945.

Partido             Total de votos      %       MP's         % 
Conservador     9,988,306        39.8      213       33.3   
Laborista         11,995,152        47.8      393       61.4
Liberal                2,248,226          9.0        12         1.9
Comunista             102,780         0.4          2           0.3
Commonwealth     110,634         0.4          1          0.1
Otros                       640,880         2.0        19          3.0
Totales              25,085,978        100      640        100    


Total del electorado - 33,240,391

Porcentaje de participación electoral - 72.7%


Fuentes: British Political Facts 1900-1985, David Butler y Gareth Butler, Londres, Macmillan Press, sexta edición, y Kessing's Contemporary Archives






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