La sorpresa
más grande registrada en la historia electoral norteamericana de la posguerra
es el resultado de los comicios presidenciales de 1948. Muy pocos esperaban que
el presidente Harry Truman fuera capaz de ganar la reelección, ya que
después de haber gobernado al país por
15 años ininterrumpidos, el Partido Demócrata se encontraba dividido, las condiciones económicas del país habían
entrado en un período de reajuste al terminar la Segunda Guerra Mundial y el
gobierno se encontraba prácticamente atrofiado por culpa de las disputas entre
el Poder Ejecutivo y el Legislativo. Los electores parecían estar inclinados a
propiciar en las urnas un cambio de rumbo que diera a la Unión Americana un
nuevo perfil para enfrentar con éxito los retos de la posguerra.
En efecto, el hombre que había sustituido
a Franklin Delano Roosevelt en la presidencia enfrentaba una serie de retos
inconmensurables, que estaban latentes desde hacia tiempo pero que habían sido
refrenados por la guerra. Para mediados de la década de los años cuarenta, era
evidente que muchas de las fórmulas del New
Deal se estaban agotando y que sólo la presencia en el poder de nuevas
generaciones de líderes sería capaz de renovar a la nación. Un sector
importante de la población consideraba que los demócratas habían gobernado por
un período inusitado de tiempo y que era hora de darle la oportunidad a los
republicanos, entre los que se encontraban los políticos más carismáticos y
ambiciosos del momento.
El principal problema que debieron
enfrentar los demócratas rumbo a 1948 fue la división interna. Ya en la
Convención Nacional Demócrata de 1944 las agudas diferencias de opinión entre
los delegados se habían hecho presentes, sobre todo en el momento de postular a
la persona que habría de acompañar a Roosevelt en la fórmula electoral como
candidato a vicepresidente. El sector más conservador del partido se oponía a
que el vicepresidente en funciones, Henry A. Wallace, siguiera en su puesto y
presionaron para que otro político fuera nominado. Finalmente, el elegido fue
el moderado Harry S. Truman, senador por Missouri, quien era un personaje
desconocido a nivel nacional.
Franklin Delano Roosevelt falleció el 12 de abril de 1945, sólo doce
semanas después de que tomara posesión de su cuarto mandato presidencial y
apenas 26 días antes de que capitulara la Alemania nazi. Tocaría pues al hasta
ese momento oscuro Truman el trabajo de
concluir la guerra y de sentar las bases para la posguerra, tarea para la cual,
según la opinión de la mayoría de los políticos en Estados Unidos y en el resto
del mundo, el nuevo mandatario daba la impresión de no estar preparado.
La historia nos ha enseñado que quienes
dudaban de la capacidad de Truman para hacer frente a las necesidades de la
posguerra estaban rotundamente equivocados. La política exterior de Harry S.
Truman es, por mucho, el aspecto más destacado de su primera administración y
se considera que las iniciativas surgidas durante este período desde la Casa
Blanca fueron capitales para determinar el nuevo perfil internacional.
Truman autorizó el uso de la bomba atómica
sobre Hiroshima y Nagasaki para poner un rápido término a la guerra en el
pacífico. El y su dinámico secretario de Estado (George C. Marshall)
organizaron la ayuda financiera masiva para la reconstrucción de Europa en el
marco del célebre "Plan Marshall". También fue el autor de la llamada
"Doctrina Truman" para el auxilio militar a los gobiernos de Grecia y
Turquía. Asimismo, logró romper el bloqueo soviético a Berlín mediante un puente aéreo que duró casi un año. Truman
trabajó intensamente para que la gran coalición occidental que había vencido a
Hitler permaneciera unida bajo el liderazgo norteamericano, colaboró
activamente en la formación de las Naciones Unidas y reconoció la independencia
de Israel. Todo esto imprimió al presidente norteamericano una indiscutible
posición como estadista internacional de primera línea.
Pero para el presidente los asuntos
domésticos representaban la otra cara de la moneda. Al terminar la guerra
muchos temían que pronto se presentaría inevitablemente una grave recesión
económica, tal y como había sucedido cuando acabó la Primera Guerra Mundial.
Aunque con el tiempo estos temores resultaron ser infundados, si se experimentó
en los Estados Unidos un breve período de reconversión de la industria, la cual
estuvo dedicada casi en su totalidad a las necesidades bélicas durante los años
del conflicto, lo que necesariamente provocó algunas dificultades. A partir de
1946, el gobierno se vio obligado a levantar la mayoría los controles sobre los
precios que habían sido aplicados durante la guerra, lo que provocó un aumento
considerable en los índices inflacionarios. El poder de compra de los norteamericanos
quedó reducido notablemente. También los controles sobre las rentas
desaparecieron, causando el encarecimiento de las viviendas.
El gobierno también enfrentaba la
necesidad de dotar de trabajo, servicios y viviendas a 12 millones de
combatientes que volvían del frente, tarea nada fácil. La administración
intentó revivir las políticas del New
Deal para procurar la creación de empleos y la construcción de nuevas
viviendas, pero los republicanos y los demócratas más conservadores decidieron
bloquear las iniciativas presidenciales al respecto, alegando de que el país
estaba harto de "experimentos". Las relaciones industriales también
se vieron perjudicadas a causa del aumento de la inflación. Las huelgas
hicieron su aparición por todo el país en demanda de aumentos salariales. Los
sindicatos dieron pruebas de su poder, en varios sectores claves de la
industria, obligando a los patrones a mejorar las remuneraciones de los
agremiados. Surgió entonces una peligrosa carrera precios-salarios que
amenazaba con estimular aún mas a la espiral inflacionaria.
Para finales de 1946 la popularidad del
gobierno estaba por los suelos. En noviembre de ese año, los republicanos
recuperaron, por primera vez desde 1931, el control de las dos cámaras en el
Congreso. Evidentemente, este hecho tendería a complicarle todavía más la vida
a Truman. El gobierno se convirtió en un rehén del Legislativo, que sólo se
dedicó a preparar el terreno para el advenimiento de un presidente republicano
en 1948. Era obvio que bajo estas circunstancias las relaciones entre el
Congreso y el presidente se volvieran sumamente difíciles.
Los enfrentamientos no se hicieron
esperar. El Congreso no tardó en aprobar una nueva legislación laboral, la Taft-Hartley Labor-Management Relations Act,
diseñada para finalizar con el "abuso del poder" que según los
republicanos habían practicado los sindicatos. La ley obligaba a los sindicatos
a respetar un período de "enfriamiento" de 60 días antes de hacer
estallar una huelga, los hacía susceptibles a ser responsabilizados ante los
tribunales y los forzaba a presentar
públicamente cada año sus estados financieros. Asimismo, el Congreso efectuó,
contra la voluntad del gobierno, considerables recortes a los impuestos y
también promovió (en 1947) una reforma a la Constitución para impedir la
reelección del presidente por más de dos períodos, misma que entró en vigor
hasta 1951.
Truman fracasó en hacer que el Congreso
legislara sobre la materia de los derechos civiles. A finales de 1946, el
mandatario estableció un Comité de Derechos Civiles para que investigara todas
las áreas donde prevalecían aún formas de discriminación racial o religiosa.
Como resultado, el gobierno exhortó al Congreso para que aprobara leyes
tendientes a otorgar a todos los ciudadanos norteamericanos "igualdad de
oportunidades para obtener un trabajo bien remunerado, habitar en un hogar
digno y asistir a una escuela decente". Sin embargo, los congresistas
hicieron caso omiso, sobre todo una buena parte de los demócratas del sur,
quienes se oponían terminantemente a erradicar la discriminación racial.
En el mundo, mientras tanto, la Guerra
Fría había comenzado. El Congreso aprobó (en julio de 1947) la National Security Act, que creó un
Consejo de Seguridad Nacional para coordinar las acciones militares con la política
exterior. También dio vida al Departamento de Defensa, que sería en
adelante el encargado de unificar el
control de las tres fuerzas del ejército (aérea, marina y terrestre). Y, por
último, fundó la Agencia Central de Inteligencia (Central Intelligence Agency; CIA), para la recolección, análisis e
interpretación de información secreta alrededor de todo el orbe.
Al mismo tiempo, dio principio la infame
caza de brujas anticomunista. Políticos extremistas de ambos partidos pensaban
que los comunistas se habían infiltrado en el gobierno y presionaron a Truman
para que actuara. El presidente instruyó al director del FBI (el siniestro
Edgar Hoover) para que tomara cartas en el asunto, investigando a un buen número
de funcionarios y empleados de las principales ramas ejecutivas del gobierno.
Por su parte, el Congreso creó al tristemente célebre Comité sobre Actividades Antiamericanas, que se dedicaría
a denunciar supuestas actividades de subversión, espionaje y sabotaje
perpetrados por comunistas. La primera
víctima prominente de la caza de brujas fue Alger Hiss (un ex funcionario del
Departamento de Estado) quien en 1948 fue acusado, sin bases sólidas, de espiar
en favor de los soviéticos.
Las dificultades domésticas predecían que
Truman no se reelegiría en 1948. Todas
las encuestas de opinión levantadas en los meses previos a los comicios por la
prensa daban como seguro ganador al candidato republicano por amplio margen. La
principal razón que hacía pensar en una derrota de lo demócratas era la
división que prevalecía dentro del partido. Por un lado estaba el sector más
conservador, que se oponía radicalmente a los derechos civiles. Estos eran
fuertes sobre todo en el sur del país, tradicionalmente simpatizante de los
demócratas desde el fin de la Guerra Civil. Los demócratas del sur eran también
fervientes partidarios de los derechos de los estados. Por otra parte, el
sector más progresista del partido se encontraba a disgusto con Truman, al que
acusaban de haberse alejado demasiado de las políticas de reforma social del New Deal.
La Convención Nacional Demócrata se reunió
en Filadelfia a mediados de julio de 1948. Resultó ser una de las más
conflictivas de la historia. Truman decidió enarbolar de lleno la bandera de
los derechos civiles, pese a las críticas de los sureños. Este hecho provocó
una airada disputa. Los delegados de Mississippi y la mayoría de los de Alabama
se retiraron como protesta al comenzar la votación para elegir al candidato a
la presidencia, mientras que casi la totalidad del resto de los representantes del sur decidió votar por
el senador Richard B. Russell, de Georgia. Sin embargo, la rebeldía de los
sureños no puso en peligro la nominación de Truman, quien no había encontrado
ninguna oposición significativa en las elecciones primarias.
En su discurso de aceptación, Truman
pronunció un duro ataque contra el Congreso, al que acusó de obstaculizar la
legislación social y económica que le presentaba el gobierno. El presidente
lanzó un reto al Poder Legislativo, anunciando que lo convocaría a sesiones
extraordinarias para antes de las elecciones y ver así si los republicanos eran
verdaderamente capaces de implantar programas económicos verdaderamente
eficaces. Truman escogió como candidato a la vicepresidencia (vacante desde la
muerte de Roosevelt) al senador por Kentucky, Alben W. Barkley.
Además de la defensa de los derechos
civiles, los demócratas postulaban en su plataforma electoral el impulso a
enérgicas reformas legislativas en los renglones de la seguridad social y la
vivienda. Asimismo, demandaban un aumento al salario mínimo y se manifestaban
en contra de la legislación laboral republicana. Sobre el tema de seguridad
nacional, aceptaban la necesidad de reforzarla, pero sin atropellar por ello
los derechos individuales. En política exterior, destacaron los logros
internacionales de Truman, pronunciándose a favor de un control internacional
sobre el uso de la bomba atómica y de la creación de un ejército multinacional
para apoyar las tareas de las Naciones Unidas.
Los republicanos tuvieron un proceso de
selección interna de candidato
presidencial bastante reñido. Para contender en las primarias se presentaron
tres destacados personajes: Robert A. Taft, senador por Ohio, Harold E.
Stassen, ex gobernador de Minnesota, y Thomas Dewey, gobernador de Nueva York.
Taft, hijo de William H. Taft (quien fue presidente 1908-1912), era una de las
figuras más prominentes en la cámara alta. Se le consideraba la cabeza del
sector más conservador del partido, ya que se había opuesto reiteradamente a
las políticas sociales y económicas de Roosevelt. Taft había sido uno de los
autores de la polémica legislación antisindical. Stassen, de quien al principio
pocos esperaban, fue la sorpresa de las primarias, al obtener un inesperada
corriente de apoyo en todo el país. Thomas Dewey, quien había sido el candidato
republicano en las elecciones presidenciales de 1944, encontró un oposición
inusitada de parte de sus dos adversarios. Dewey era considerado como miembro
de la parte más moderada del partido.
La Convención Nacional Republicana se
reunió en Filadelfia en junio. Dewey fue designado candidato del partido hasta
la tercera votación. El gobernador de Nueva York entonces eligió a su colega de
California, Earl Warren, como su compañero de fórmula. La plataforma
republicana acusaba a Truman de ser un mandatario fallido. Elogiaba los "éxitos" conseguidos por el
Congreso desde que este estaba manejado por republicanos, tales como la
legislación laboral y los recortes fiscales. Sin embargo, en la mayor parte de
los grandes temas de la política interior (como los derechos civiles, el
fomento a la vivienda y la seguridad social) el Partido Republicano era poco
explícito. No era así en el terreno de la Seguridad Nacional, donde exigían
"mano dura" contra los comunistas.
Dewey y Truman no serían los únicos
candidatos importantes que se presentarían a la contienda de 1948. Algunos de
los demócratas más conservadores se reunieron en Birmingham, Alabama, tres días
después de que concluyera la convención demócrata para designar una fórmula
presidencial que defendiera los intereses
del sur. Los disidentes redactaron un programa anti-derechos civiles,
que defendía la discriminación racial y
reivindicaba los derechos de los estados en base a una interpretación radical
al artículo 10 del Bill of Rights de
la Constitución: lo que no está expresamente delegado a la federación,
corresponde a la competencia de los estados.
Los sureños intransigentes (conocidos como
los Dixiecrats) dieron vida al
Partido Demócrata Derechos de los Estados (State's
Rights Democratic Party), el cual postuló al gobernador de Carolina del
Sur, Strom Thurmond, a la presidencia y al gobernador de Mississippi, Fielding
L. Wright, para la vicepresidencia. La nueva organización no pretendía
separarse definitivamente del Partido Demócrata. La intención de los Dixiecrats era simplemente evitar la
reelección de Truman, robándole el apoyo de los estados del sur,
tradicionalmente demócratas.
Una parte del ala izquierda del Partido
Demócrata también decidió lanzar su propio candidato, fundando para el efecto
al Partido Progresista en la ciudad de Filadelfia a finales de julio. Para la
presidencia, los progresistas postularon al ex vicepresidente Henry A.
Wallace y al senador demócrata por Idaho
Glen H. Taylor para la vicepresidencia. Con los progresistas participaron
varios ex colaboradores de Roosevelt. La plataforma del nuevo partido era
marcadamente liberal. Demandaba, entre otras cosas, la nacionalización de los principales medios de comunicación y de
transporte, así como de los bancos. Exigía la eliminación de la bomba atómica así
como la cancelación del Plan Marshall. Sugería propiciar un acercamiento norteamericano-soviético
y repudiaba la cacería de brujas desatada al interior de los Estados Unidos.
Los progresistas favorecían la reducción de la edad para tener acceso al
sufragio a los 18 años y la elaboración
de una legislación sobre derechos
civiles que garantizara la igualdad de todos los ciudadanos sin importar raza,
sexo o religión.
Con el partido demócrata dividido y la
popularidad del gobierno mermada, Truman dio inicio a una de las campañas
electorales más intensas que haya emprendido un presidente en funciones. El
mandatario recorrió prácticamente todo el país en tren, tratando de hacer
llegar su mensaje directamente a los electores. Truman se presentó como un
ciudadano sencillo ante conglomerados de ciudadanos sencillos que estaban alejados,
y de hecho repudiaban, a la maquinaria política de Washington. El presidente se dedico a culpar al Congreso
de las fallas de la administración, señalando a los republicanos como los
causantes de la inflación, del aumento de las rentas y del maltrato a los
trabajadores a causa de la nueva legislación laboral. También acusó a sus
adversarios de ser enemigos velados de los derechos civiles y de haber
estropeado el ascenso del nivel de vida de los ciudadanos al vetar sus
iniciativas de legislación social. Asimismo, describió al Congreso y al Partido
Republicano como clubes elitistas de políticos profesionales alejados de las
verdaderas necesidades del pueblo.
Por su parte, los republicanos no hacían
nada para contradecir en los hechos la imagen que el presidente presentaba de ellos. Dewey se limitó a
repetir la serie de fórmulas vagas e imprecisas que contenía su plataforma,
temeroso de que adquirir compromisos demasiado abiertos sólo comprometería un
triunfo que parecía seguro. Su campaña fue demasiado floja, el candidato republicano fue percibido como un político lejano al votante promedio, mistras su adversario se dedicó habilmente a promover la imagen justamente opuesta. Fue un caso de extrema confianza por parte del favorito y de una lucha vehemente y llena de fe por parte del presidente al que todo el mundo veía como seguro derrotado. La gran lección de las elecciones de 1948 en Estados Unidos perdura hasta el momento y es que no puede haber exceso de confianza bajo ningún caso y que las encuestas pueden fallar, y esto es bueno incluso hoy en pleno siglo XXI cuando, se supone, las metodologías han sido perfecccionadas.
Truman tuvo éxito en sus estratagemas,
recuperando la confianza no sólo del americano medio, sino también de los
conservadores del sur e inclusive de los progresistas, mientras Thurmond y
Wallace naufragaban en sus campañas. El resultado fue contundente: contra todos
los pronósticos, Harry S. Truman obtuvo la reelección, al ganar casi el 50% del
voto popular y el 57% de los sufragios en el Colegio Electoral. Los demócratas
basaron su triunfo sobre todo en el oeste, el medio oeste y en el sur, mientras
que Dewey triunfó en los estados del noreste. Thurmond sólo ganó en cuatro
estados del "sur profundo" (Louisiana, Carolina del Sur, Alabama y
Mississippi). Wallace no logró la victoria en ningún estado. Para redondear la
jornada, los demócratas recuperaron la mayoría en ambas cámaras del Congreso,
con lo que el presidente podría gobernar sin mayores obstáculos durante su
segundo mandato.
Resultados de la elección presidencial de 1948.
Votos
populares % Votos electorales %
|
Harry S. Truman (D)
24,105,587 49.5 303 57.1
|
Thomas E. Dewey (R)
21,970,017 45.1 189 35.6
|
Strom Thurmond (SR)
1,169,134 2.4 39 7.3
|
Henry A. Wallace (P) 1,157,057 2.4 0 0
|
Otros
290,647 0.6 0 0
|
Totales
48,692,442 100 531 100
|
Población en edad de votar - 95,573,000
Participación electora l- 51.1%
Fuente - Presidential Elections Since 1789,
Congressional Quarterly, Fifth
Edition, Washington D.C. 1991
Resultados de la elección presidencial de 1948.
Votos
populares % Votos electorales %
|
Harry S. Truman (D)
24,105,587 49.5 303 57.1
|
Thomas E. Dewey (R)
21,970,017 45.1 189 35.6
|
Strom Thurmond (SR)
1,169,134 2.4 39 7.3
|
Henry A. Wallace (P) 1,157,057 2.4 0 0
|
Otros
290,647 0.6 0 0
|
Totales
48,692,442 100 531 100
|
Población en edad de votar - 95,573,000
Participación electora l- 51.1%
Fuente - Presidential Elections Since 1789,
Congressional Quarterly, Fifth
Edition, Washington D.C. 1991
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