domingo, 18 de marzo de 2012

Harry Truman y la gran sorpresa de 1948



La sorpresa más grande registrada en la historia electoral norteamericana de la posguerra es el resultado de los comicios presidenciales de 1948. Muy pocos esperaban que el presidente Harry Truman fuera capaz de ganar la reelección, ya que después  de haber gobernado al país por 15 años ininterrumpidos, el Partido Demócrata se encontraba dividido,  las condiciones económicas del país habían entrado en un período de reajuste al terminar la Segunda Guerra Mundial y el gobierno se encontraba prácticamente atrofiado por culpa de las disputas entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo. Los electores parecían estar inclinados a propiciar en las urnas un cambio de rumbo que diera a la Unión Americana un nuevo perfil para enfrentar con éxito los retos de la posguerra.
     En efecto, el hombre que había sustituido a Franklin Delano Roosevelt en la presidencia enfrentaba una serie de retos inconmensurables, que estaban latentes desde hacia tiempo pero que habían sido refrenados por la guerra. Para mediados de la década de los años cuarenta, era evidente que muchas de las fórmulas del New Deal se estaban agotando y que sólo la presencia en el poder de nuevas generaciones de líderes sería capaz de renovar a la nación. Un sector importante de la población consideraba que los demócratas habían gobernado por un período inusitado de tiempo y que era hora de darle la oportunidad a los republicanos, entre los que se encontraban los políticos más carismáticos y ambiciosos del momento.
     El principal problema que debieron enfrentar los demócratas rumbo a 1948 fue la división interna. Ya en la Convención Nacional Demócrata de 1944 las agudas diferencias de opinión entre los delegados se habían hecho presentes, sobre todo en el momento de postular a la persona que habría de acompañar a Roosevelt en la fórmula electoral como candidato a vicepresidente. El sector más conservador del partido se oponía a que el vicepresidente en funciones, Henry A. Wallace, siguiera en su puesto y presionaron para que otro político fuera nominado. Finalmente, el elegido fue el moderado Harry S. Truman, senador por Missouri, quien era un personaje desconocido a nivel nacional.
      Franklin Delano Roosevelt  falleció el 12 de abril de 1945, sólo doce semanas después de que tomara posesión de su cuarto mandato presidencial y apenas 26 días antes de que capitulara la Alemania nazi. Tocaría pues al hasta ese momento oscuro Truman el trabajo  de concluir la guerra y de sentar las bases para la posguerra, tarea para la cual, según la opinión de la mayoría de los políticos en Estados Unidos y en el resto del mundo, el nuevo mandatario daba la impresión de no estar preparado.
     La historia nos ha enseñado que quienes dudaban de la capacidad de Truman para hacer frente a las necesidades de la posguerra estaban rotundamente equivocados. La política exterior de Harry S. Truman es, por mucho, el aspecto más destacado de su primera administración y se considera que las iniciativas surgidas durante este período desde la Casa Blanca fueron capitales para determinar el nuevo perfil internacional.
     Truman autorizó el uso de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki para poner un rápido término a la guerra en el pacífico. El y su dinámico secretario de Estado (George C. Marshall) organizaron la ayuda financiera masiva para la reconstrucción de Europa en el marco del célebre "Plan Marshall". También fue el autor de la llamada "Doctrina Truman" para el auxilio militar a los gobiernos de Grecia y Turquía. Asimismo, logró romper el bloqueo soviético a Berlín mediante  un puente aéreo que duró casi un año. Truman trabajó intensamente para que la gran coalición occidental que había vencido a Hitler permaneciera unida bajo el liderazgo norteamericano, colaboró activamente en la formación de las Naciones Unidas y reconoció la independencia de Israel. Todo esto imprimió al presidente norteamericano una indiscutible posición como estadista internacional de primera línea.
    Pero para el presidente los asuntos domésticos representaban la otra cara de la moneda. Al terminar la guerra muchos temían que pronto se presentaría inevitablemente una grave recesión económica, tal y como había sucedido cuando acabó la Primera Guerra Mundial. Aunque con el tiempo estos temores resultaron ser infundados, si se experimentó en los Estados Unidos un breve período de reconversión de la industria, la cual estuvo dedicada casi en su totalidad a las necesidades bélicas durante los años del conflicto, lo que necesariamente provocó algunas dificultades. A partir de 1946, el gobierno se vio obligado a levantar la mayoría los controles sobre los precios que habían sido aplicados durante la guerra, lo que provocó un aumento considerable en los índices inflacionarios. El poder de compra de los norteamericanos quedó reducido notablemente. También los controles sobre las rentas desaparecieron, causando el encarecimiento de las viviendas.
      El gobierno también enfrentaba la necesidad de dotar de trabajo, servicios y viviendas a 12 millones de combatientes que volvían del frente, tarea nada fácil. La administración intentó revivir las políticas del New Deal para procurar la creación de empleos y la construcción de nuevas viviendas, pero los republicanos y los demócratas más conservadores decidieron bloquear las iniciativas presidenciales al respecto, alegando de que el país estaba harto de "experimentos". Las relaciones industriales también se vieron perjudicadas a causa del aumento de la inflación. Las huelgas hicieron su aparición por todo el país en demanda de aumentos salariales. Los sindicatos dieron pruebas de su poder, en varios sectores claves de la industria, obligando a los patrones a mejorar las remuneraciones de los agremiados. Surgió entonces una peligrosa carrera precios-salarios que amenazaba con estimular aún mas a la espiral inflacionaria. 
     Para finales de 1946 la popularidad del gobierno estaba por los suelos. En noviembre de ese año, los republicanos recuperaron, por primera vez desde 1931, el control de las dos cámaras en el Congreso. Evidentemente, este hecho tendería a complicarle todavía más la vida a Truman. El gobierno se convirtió en un rehén del Legislativo, que sólo se dedicó a preparar el terreno para el advenimiento de un presidente republicano en 1948. Era obvio que bajo estas circunstancias las relaciones entre el Congreso y el presidente se volvieran sumamente difíciles.
     Los enfrentamientos no se hicieron esperar. El Congreso no tardó en aprobar una nueva legislación laboral, la Taft-Hartley Labor-Management Relations Act, diseñada para finalizar con el "abuso del poder" que según los republicanos habían practicado los sindicatos. La ley obligaba a los sindicatos a respetar un período de "enfriamiento" de 60 días antes de hacer estallar una huelga, los hacía susceptibles a ser responsabilizados ante los tribunales  y los forzaba a presentar públicamente cada año sus estados financieros. Asimismo, el Congreso efectuó, contra la voluntad del gobierno, considerables recortes a los impuestos y también promovió (en 1947) una reforma a la Constitución para impedir la reelección del presidente por más de dos períodos, misma que entró en vigor hasta 1951.
     Truman fracasó en hacer que el Congreso legislara sobre la materia de los derechos civiles. A finales de 1946, el mandatario estableció un Comité de Derechos Civiles para que investigara todas las áreas donde prevalecían aún formas de discriminación racial o religiosa. Como resultado, el gobierno exhortó al Congreso para que aprobara leyes tendientes a otorgar a todos los ciudadanos norteamericanos "igualdad de oportunidades para obtener un trabajo bien remunerado, habitar en un hogar digno y asistir a una escuela decente". Sin embargo, los congresistas hicieron caso omiso, sobre todo una buena parte de los demócratas del sur, quienes se oponían terminantemente a erradicar la discriminación racial.
     En el mundo, mientras tanto, la Guerra Fría había comenzado. El Congreso aprobó (en julio de 1947) la National Security Act, que creó un Consejo de Seguridad Nacional para coordinar las  acciones militares con la política exterior.  También dio vida al  Departamento de Defensa, que sería en adelante el encargado de  unificar el control de las tres fuerzas del ejército (aérea, marina y terrestre). Y, por último, fundó la Agencia Central de Inteligencia (Central Intelligence Agency; CIA), para la recolección, análisis e interpretación de información secreta alrededor de todo el orbe.
     Al mismo tiempo, dio principio la infame caza de brujas anticomunista. Políticos extremistas de ambos partidos pensaban que los comunistas se habían infiltrado en el gobierno y presionaron a Truman para que actuara. El presidente instruyó al director del FBI (el siniestro Edgar Hoover) para que tomara cartas en el asunto, investigando a un buen número de funcionarios y empleados de las principales ramas ejecutivas del gobierno. Por su parte, el Congreso creó al tristemente célebre Comité sobre  Actividades Antiamericanas, que se dedicaría a denunciar supuestas actividades de subversión, espionaje y sabotaje perpetrados por comunistas.  La primera víctima prominente de la caza de brujas fue Alger Hiss (un ex funcionario del Departamento de Estado) quien en 1948 fue acusado, sin bases sólidas, de espiar en favor de los soviéticos.
      Las dificultades domésticas predecían que Truman no se reelegiría en 1948.  Todas las encuestas de opinión levantadas en los meses previos a los comicios por la prensa daban como seguro ganador al candidato republicano por amplio margen. La principal razón que hacía pensar en una derrota de lo demócratas era la división que prevalecía dentro del partido. Por un lado estaba el sector más conservador, que se oponía radicalmente a los derechos civiles. Estos eran fuertes sobre todo en el sur del país, tradicionalmente simpatizante de los demócratas desde el fin de la Guerra Civil. Los demócratas del sur eran también fervientes partidarios de los derechos de los estados. Por otra parte, el sector más progresista del partido se encontraba a disgusto con Truman, al que acusaban de haberse alejado demasiado de las políticas de reforma social del New Deal.
     La Convención Nacional Demócrata se reunió en Filadelfia a mediados de julio de 1948. Resultó ser una de las más conflictivas de la historia. Truman decidió enarbolar de lleno la bandera de los derechos civiles, pese a las críticas de los sureños. Este hecho provocó una airada disputa. Los delegados de Mississippi y la mayoría de los de Alabama se retiraron como protesta al comenzar la votación para elegir al candidato a la presidencia, mientras que casi la totalidad del resto de  los representantes del sur decidió votar por el senador Richard B. Russell, de Georgia. Sin embargo, la rebeldía de los sureños no puso en peligro la nominación de Truman, quien no había encontrado ninguna oposición significativa en las elecciones primarias.
     En su discurso de aceptación, Truman pronunció un duro ataque contra el Congreso, al que acusó de obstaculizar la legislación social y económica que le presentaba el gobierno. El presidente lanzó un reto al Poder Legislativo, anunciando que lo convocaría a sesiones extraordinarias para antes de las elecciones y ver así si los republicanos eran verdaderamente capaces de implantar programas económicos verdaderamente eficaces. Truman escogió como candidato a la vicepresidencia (vacante desde la muerte de Roosevelt) al senador por Kentucky, Alben W. Barkley.
     Además de la defensa de los derechos civiles, los demócratas postulaban en su plataforma electoral el impulso a enérgicas reformas legislativas en los renglones de la seguridad social y la vivienda. Asimismo, demandaban un aumento al salario mínimo y se manifestaban en contra de la legislación laboral republicana. Sobre el tema de seguridad nacional, aceptaban la necesidad de reforzarla, pero sin atropellar por ello los derechos individuales. En política exterior, destacaron los logros internacionales de Truman, pronunciándose a favor de un control internacional sobre el uso de la bomba atómica y de la creación de un ejército multinacional para apoyar las tareas de las Naciones Unidas.      
     Los republicanos tuvieron un proceso de selección interna de  candidato presidencial bastante reñido. Para contender en las primarias se presentaron tres destacados personajes: Robert A. Taft, senador por Ohio, Harold E. Stassen, ex gobernador de Minnesota, y Thomas Dewey, gobernador de Nueva York. Taft, hijo de William H. Taft (quien fue presidente 1908-1912), era una de las figuras más prominentes en la cámara alta. Se le consideraba la cabeza del sector más conservador del partido, ya que se había opuesto reiteradamente a las políticas sociales y económicas de Roosevelt. Taft había sido uno de los autores de la polémica legislación antisindical. Stassen, de quien al principio pocos esperaban, fue la sorpresa de las primarias, al obtener un inesperada corriente de apoyo en todo el país. Thomas Dewey, quien había sido el candidato republicano en las elecciones presidenciales de 1944, encontró un oposición inusitada de parte de sus dos adversarios. Dewey era considerado como miembro de la parte más moderada del partido.
     La Convención Nacional Republicana se reunió en Filadelfia en junio. Dewey fue designado candidato del partido hasta la tercera votación. El gobernador de Nueva York entonces eligió a su colega de California, Earl Warren, como su compañero de fórmula. La plataforma republicana acusaba a Truman de ser un mandatario fallido. Elogiaba  los "éxitos" conseguidos por el Congreso desde que este estaba manejado por republicanos, tales como la legislación laboral y los recortes fiscales. Sin embargo, en la mayor parte de los grandes temas de la política interior (como los derechos civiles, el fomento a la vivienda y la seguridad social) el Partido Republicano era poco explícito. No era así en el terreno de la Seguridad Nacional, donde exigían "mano dura" contra los comunistas.
     Dewey y Truman no serían los únicos candidatos importantes que se presentarían a la contienda de 1948. Algunos de los demócratas más conservadores se reunieron en Birmingham, Alabama, tres días después de que concluyera la convención demócrata para designar una fórmula presidencial que defendiera los intereses  del sur. Los disidentes redactaron un programa anti-derechos civiles, que defendía la discriminación racial  y reivindicaba los derechos de los estados en base a una interpretación radical al artículo 10 del Bill of Rights de la Constitución: lo que no está expresamente delegado a la federación, corresponde a la competencia de los estados.
     Los sureños intransigentes (conocidos como los Dixiecrats) dieron vida al Partido Demócrata Derechos de los Estados (State's Rights Democratic Party), el cual postuló al gobernador de Carolina del Sur, Strom Thurmond, a la presidencia y al gobernador de Mississippi, Fielding L. Wright, para la vicepresidencia. La nueva organización no pretendía separarse definitivamente del Partido Demócrata. La intención de los Dixiecrats era simplemente evitar la reelección de Truman, robándole el apoyo de los estados del sur, tradicionalmente demócratas.
     Una parte del ala izquierda del Partido Demócrata también decidió lanzar su propio candidato, fundando para el efecto al Partido Progresista en la ciudad de Filadelfia a finales de julio. Para la presidencia, los progresistas postularon al ex vicepresidente Henry A. Wallace  y al senador demócrata por Idaho Glen H. Taylor para la vicepresidencia. Con los progresistas participaron varios ex colaboradores de Roosevelt. La plataforma del nuevo partido era marcadamente liberal. Demandaba, entre otras cosas, la nacionalización de  los principales medios de comunicación y de transporte, así como de los bancos. Exigía la eliminación de la bomba atómica así como la cancelación del Plan Marshall. Sugería propiciar un acercamiento norteamericano-soviético y repudiaba la cacería de brujas desatada al interior de los Estados Unidos. Los progresistas favorecían la reducción de la edad para tener acceso al sufragio a los 18 años  y la elaboración de una  legislación sobre derechos civiles que garantizara la igualdad de todos los ciudadanos sin importar raza, sexo o religión.
     Con el partido demócrata dividido y la popularidad del gobierno mermada, Truman dio inicio a una de las campañas electorales más intensas que haya emprendido un presidente en funciones. El mandatario recorrió prácticamente todo el país en tren, tratando de hacer llegar su mensaje directamente a los electores. Truman se presentó como un ciudadano sencillo ante conglomerados de ciudadanos sencillos que estaban alejados, y de hecho repudiaban, a la maquinaria política de Washington.  El presidente se dedico a culpar al Congreso de las fallas de la administración, señalando a los republicanos como los causantes de la inflación, del aumento de las rentas y del maltrato a los trabajadores a causa de la nueva legislación laboral. También acusó a sus adversarios de ser enemigos velados de los derechos civiles y de haber estropeado el ascenso del nivel de vida de los ciudadanos al vetar sus iniciativas de legislación social. Asimismo, describió al Congreso y al Partido Republicano como clubes elitistas de políticos profesionales alejados de las verdaderas necesidades del pueblo.
     Por su parte, los republicanos no hacían nada para contradecir en los hechos la imagen que el presidente  presentaba de ellos. Dewey se limitó a repetir la serie de fórmulas vagas e imprecisas que contenía su plataforma, temeroso de que adquirir compromisos demasiado abiertos sólo comprometería un triunfo que parecía seguro. Su campaña fue demasiado floja, el candidato republicano fue percibido como un político lejano al votante promedio, mistras su adversario se dedicó habilmente a promover la imagen justamente opuesta. Fue un caso de extrema confianza por parte del favorito y de una lucha vehemente y llena de fe por parte del presidente al que todo el mundo veía como seguro derrotado. La gran lección de las elecciones de 1948 en Estados Unidos perdura hasta el momento y es que no puede haber exceso de confianza bajo ningún caso y que las encuestas pueden fallar,  y esto es bueno incluso hoy en pleno siglo XXI cuando, se supone, las metodologías han sido perfecccionadas. 
     Truman tuvo éxito en sus estratagemas, recuperando la confianza no sólo del americano medio, sino también de los conservadores del sur e inclusive de los progresistas, mientras Thurmond y Wallace naufragaban en sus campañas. El resultado fue contundente: contra todos los pronósticos, Harry S. Truman obtuvo la reelección, al ganar casi el 50% del voto popular y el 57% de los sufragios en el Colegio Electoral. Los demócratas basaron su triunfo sobre todo en el oeste, el medio oeste y en el sur, mientras que Dewey triunfó en los estados del noreste. Thurmond sólo ganó en cuatro estados del "sur profundo" (Louisiana, Carolina del Sur, Alabama y Mississippi). Wallace no logró la victoria en ningún estado. Para redondear la jornada, los demócratas recuperaron la mayoría en ambas cámaras del Congreso, con lo que el presidente podría gobernar sin mayores obstáculos durante su segundo mandato.

Resultados de la elección presidencial de 1948.
                            
                                        Votos populares    %     Votos electorales      %
Harry S. Truman (D)          24,105,587       49.5            303                57.1
Thomas E. Dewey (R)        21,970,017      45.1            189                35.6
Strom Thurmond (SR)        1,169,134        2.4              39                  7.3
Henry A. Wallace (P)           1,157,057        2.4                0                  0
Otros                                       290,647        0.6                0                  0    
Totales                               48,692,442       100             531               100


Población en edad de votar -  95,573,000
Participación electora l-  51.1%

Fuente - Presidential Elections Since 1789, Congressional Quarterly,  Fifth Edition,        Washington D.C.  1991



Resultados de la elección presidencial de 1948.

                            

                                        Votos populares    %     Votos electorales      %
Harry S. Truman (D)          24,105,587       49.5            303                57.1
Thomas E. Dewey (R)        21,970,017      45.1            189                35.6
Strom Thurmond (SR)        1,169,134        2.4              39                  7.3
Henry A. Wallace (P)           1,157,057        2.4                0                  0
Otros                                       290,647        0.6                0                  0    
Totales                               48,692,442       100             531               100





Población en edad de votar -  95,573,000

Participación electora l-  51.1%



Fuente - Presidential Elections Since 1789, Congressional Quarterly,  Fifth Edition,        Washington D.C.  1991

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