domingo, 16 de septiembre de 2012

Disraeli vs. Gladstone: el Unicornio y el León



 
Dos de los estadistas más grandes y clarividentes de la historia mundial fueron ingleses, contemporáneos y los más enconados rivales: Benjamín Disraeli y William Gladstone. Pocas veces en la historia de las democracias modernas se puede encontrar un antagonismo tan exacerbado, protagonizado por dos hombres de estado tan disímiles y a la vez tan portentosos como estos dos formidables titanes de la política británica. Dos talentos muy diversos, pero en ambos casos admirables, lucharon en Westminster durante décadas oponiendo sus filosofías y espíritus. De un lado la gravedad, la seriedad, la virtud consciente; del otro el brillo, el ingenio, la ironía y bajo la apariencia de una supuesta frivolidad, una convicción no menos viva que la de su adversario. Gladstone, líder del Partido Liberal (Whig), creía en un gobierno por el pueblo, pretendía recibir del pueblo sus inspiraciones y se decía dispuesto a todas las reformas que deseara el pueblo, aunque atentaran contra las tradiciones. Disraeli, cabeza del Partido Conservador (Tory), creía en un gobierno para el pueblo, y admitiría reformas solo en la medida que respetaran ciertas instituciones esenciales ligadas a rasgos fijos de la naturaleza humana. Y como lo escribiera Andre Maurois, la batalla personal y política que libraron estos dos colosos, además de su interés humano, tuvo un valor ejemplar, al ilustrar la importancia que posee cierto prestigio dramático en la buena marcha del régimen parlamentario.

Gladsotone fue primer ministro de 1868 a 1874 y nuevamente de 1880 a 1885. Disraeli gobernó de 1874 a 1880. Se enfrentaron tres veces en las urnas, históricas contiendas en una época en que avanzaba a pasos agigantados hacia la universalización del sufragio: las elecciones generales de 1868, 1874 y 1880, aunque aun antes de enfrentarse electoralmente de manera directa ambos ya llevaban tiempo de ser las figuras dominantes en sus respectivos partidos. Disraeli, nacido en 1804, era seis años mayor que Gladstone. Tuvieron orígenes sociales muy diferentes. El primero tuvo ascendencia judía italiana, su padre fue un distinguido hombre de letras y de joven fue criado como anglicano. El segundo era un miembro por excelencia de la alta clase media, educado en Eton y Oxford, que había considerado siempre a la Iglesia como su profesión preferida, pero fue tentado por la oferta que le hicieran los tories para ocupar un escaño parlamentario en 1832, aunque, eso sí, siguió siendo profundamente religioso para toda su vida. Disraeli fue educado en escuelas oscuras y nunca fue a la universidad. Fue de joven un dandy agobiado por las deudas. En su juventud su reputación era tan mala  como buena era la de Gladstone. Cuando se conocieron, en una fiesta en Londres en 1835, para Disraeli la experiencia fue un enfrentamiento con su peor pesadilla: un piadoso cristiano evangélico más joven y más exitoso que él. “No tiene un solo defecto que lo redima” comentaría años mas tarde. Gladstone, por su parte, reconoció en quien sería su gran antagonista un "maravilloso talento" pero no le gustó su “descarado cinismo” ni su carencia de principios religiosos.

Disraeli heredó el talento literario del padre y escribió varias novelas, bastante satíricas a ratos, para recaudar dinero y aplacar a sus acreedores, y terminó por casarse con una viuda rica para aliviar su situación financiera. Empezó a hacer política y, después de varios intentos como radical, por fin logró ser electo como miembro del Parlamento en 1837 como conservador. Por su parte Gladstone, profundamente religioso, estudioso y carente de humor, fiel representante de las virtudes y las hipocresías de la época victoriana, se lanzaba a los grandes temas políticos siempre a base de edificantes términos morales mientras que, de vez en cuando, se daba sus “escapadas” nocturnas por las calles de Londres por la noche en busca de prostitutas. Con el tiempo la afición de Gladsotone al estudio lo convirtió en erudito. Ya como político activo publicó un libro sobre la época clásica: “Homero y la Era Homérica” que, según Disraeli, era ideal para combatir el insomnio. Por otra parte, su mala conciencia respecto a sus aventuras con meretrices hicieron que Gladstone fundara instituciones y trabajara intensamente incluso ya siendo primer ministro a favor de la salvación de estas chicas descarriadas.

Como político, el modelo de Gladstone era el apolíneo Sir Robert Peel, líder del Partido Conservador, que había ganado las elecciones de 1841 y que le dio al joven Gladstone un puesto en el gabinete, mientras que Disraeli, lejos del arquetipo peeleano y más cercano a Pitt el joven, Burke y Byron, se quedó en los asientos de atrás, sin posición ministerial. Jamás le perdonó Disraeli a Peel esta afrenta.
En 1846 se produjo una de esas raras convulsiones que suceden en la vida parlamentaria y que afectan a toda una generación de políticos. El gobierno de Peel decidió que derogar las llamadas Leyes del Maíz para permitir la importación de granos baratos al Reino Unido y aliviar un tanto la crítica situación alimentaria de Irlanda. Disraeli vio esto como una oportunidad, hizo una serie de ataques brillantes contra Peel, quien no supo responder de forma convincente,  Peel se vio obligado a dimitir y las leyes del maíz fueron derogadas. El partido se dividió entonces en “Peelistas”, más afines al libre comercio, y proteccionistas, encabezados por el conde Derby, con Disraeli como su segundo al mando. Se formó en el Parlamento una coalición contraria a la dupla Derby/Disraeli en la cual confluyeron liberales, radicales y tories independientes, entre estos últimos Gladstone. En 1852 se dio el primer round entre estos enemigos irreconciliables, cuando  Gladstone hizo pedazos el presupuesto que Disraeli, a la sazón ministro de Hacienda (Chancellor of the Exchequer)  presentó al parlamento. Así cayó el gobierno Derby / Disraeli. El duelo había comenzado en serio.

Tras perder el poder, el Partido Conservador parecía condenado a la desaparición. La tarea de Disraeli era reconstruir el partido que él mismo había ayudado a destruir. La tarea no fue fácil. El libre comercio había triunfado y fue la base de una larga expansión económica que sólo terminó a finales de 1870. Los conservadores se vieron obligados a abandonar el proteccionismo, mientras los liberales (a los que Gladstone se uniría en 1859) parecían perpetuarse en el poder. Los conservadores se vieron debilitados por la pérdida de casi todas sus principales figuras tras la crisis de la Ley del Maíz. De no haber sido así, la verdad es que un “excéntrico” como Disraeli nunca habría sido su líder. Era el único hombre que tenía la capacidad intelectual y retórica para hacer frente a una bancada liberal que contaba con figuras tan extraordinarias como Palmerston, Russell y Gladstone.

En 1868 surgió un nuevo reto cuando Russell presentó al parlamento un proyecto de ley para ampliar el derecho al voto. Un sector liberal se rebeló, el proyecto de ley naufragó y cayó el gobierno liberal. Derby fue nuevamente nombrado primer ministro, por carambola. Fue entonces cuando Disraeli dio muestras de su talento al explotar hábilmente las divisiones en el partido liberal y lograr hacer aprobar un proyecto de ley para la ampliación del voto aun mucho más radical que la de los liberales. Fue un golpe maestro del ingenio político que confirmó a Disraeli como el indiscutible líder de su partido. Se convirtió en primer ministro en febrero de 1868.

Los dos líderes estaban ahora frente a frente en Westminster. Su estilo de debate era tan diferente como sus personalidades. “Gladstone era torrencial, elocuente, vehemente y evangelizante; Disraeli era cortés, ingenioso, mortalmente irónico y mundano, con una pizca de cinismo.” Según describe Richard Aldous en su estupendo libro, “The Lion and the Unicorn”. En las elecciones generales de finales 1868 (las primeras tras la gran reforma electoral del año previo) Gladstone ganó haciendo una campaña a favor de lo que hoy se llamaría la "modernización" del país. Y así fue, Gladstone fue un gran reformador que transformó a las fuerzas armadas, la administración pública, el sistema judicial y, una vez más, el sistema electoral, al introducir el voto secreto. Una de las grandes contribuciones de Disraeli a la vida política fue su convicción de que los partidos de oposición deben oponerse en lugar de esperar atentamente a que los eventos oscilarán el péndulo a su favor. Como líder de la oposición, se dio cuenta por donde soplaban las corrientes de opinión y se dedicó a hacer una crítica constante y fundamentada sobre los detalles de las reformas en lugar de tratar de oponerse a ellas de forma generalizada.

Hacía 1874 la situación cambió, y en las elecciones de ese año Disraeli, para su propia sorpresa, salió triunfador en la que fue la primera victoria conservadora convincente desde 1841. Los tories comprobaron que podían constituir una alternativa de gobierno aún en las épocas del sufragio universal masculino. Como jefe de gobierno, Disraeli amplió la ola reformista a los campos de la salud, la vivienda, la venta de alimentos y medicamentos, las condiciones laborales y los arrendamientos agrícolas. Puede que no hayan sido tan importantes estas reformas como algunos historiadores conservadores han pretendido que fueron, pero al menos se demostró que el partido no se oponía a todo cambio y tenía un lado reformista.
 
Lo que realmente importaba a Disraeli, sin embargo, no fueron asuntos de interior, sino la política exterior y sobre todo, el desarrollo del Imperio Británico. Este había sido mantra conservador tradicional, pero en las épocas del imperialista Palmerston era muy difícil superar a los liberales incluso en este tema. Cuando Palmerston muere dejó una vacante difícil de llenar en el Partido Liberal en lo que concierne a una cabeza decidida a defender el Imperio. Gladstone, como buen moralista, creía en una política exterior basada en principios éticos,  lo que a veces significaba asumir compromisos en detrimento de algunos de los intereses imperiales de Gran Bretaña. Disraeli era un devoto de la realpolitik, que a la sazón pusiera de moda el canciller de hierro alemán Otto von Bismarck. Como primer ministro, Disraeli no tuvo empacho en ampliar la influencia británica a como diese lugar en la construcción del Canal de Suez, ni en hacer nombrar a la reina victoria como Emperatriz de la India. Pero el gran choque con Gladstone se dio sobre la “cuestión de Oriente”. Disraeli consideraba a Turquía como un contrapeso necesario frente a la amenaza de Rusia en la ruta a la India, pese a que el sultán otomano se comportaba de forma atroz con sus súbditos búlgaros cristianos. Aquí lo importante era impedir que Rusia se quedara con Constantinopla. Gladstone, ferviente cristiano por sobre todas las cosas, clamaba por una cruzada anti-turca. Pero Disraeli estaba en el poder, y se impuso la Realpolitik. En el Congreso de Berlín se frenó el avance ruso y se sentaron las bases para la preservación de la paz en Europa para los siguientes  36 años. Parte del crédito de este éxito internacional fue de Disraeli, y la otra parte de Bismarck. Pero los electores británicos no quedaron impresionados. En la campaña electoral de 1880 Gladstone hizo campaña contra las felonías de Disraeli y obtuvo una aplastante victoria.

Enfermo y cansado, Disraeli sobrevivió apenas un año a su última derrota electoral. Sin embargo, hasta el último minuto mantuvo fervoroso su odio al adversario de siempre. En una de sus últimas cartas se refiere a Gladstone como un “maníaco sin principios, extraordinaria mezcla de envidia, venganza, hipocresía y superstición". El primer ministro se refería a su antecesor con el mote de "el gran corruptor".

Gladstone, cuyo fervor moral sólo era comparable a su capacidad fenomenal para el trabajo duro y el dominio de arcanos detalles financieros y administrativos, podía hablar con igual fuerza de seducción al Parlamento y al público. Disraeli se especializaba en el empuje del sarcasmo fino y el epigrama envenenado. Esta filosofía de ataque orientada a la acritud en el debate parlamentario muy a menudo dejaba fuera de balance al severo y poco imaginativo Gladstone quien, por otro lado, podía ser contundente cuando se trataba del frío manejo de cifras y el conocimiento específico de temas. Como sea, un soberbio espectáculo ver debatir a este dúo, ricamente apreciado por colegas parlamentarios y por el público. Después de ellos, y con contadas y muy meritorias excepciones, los políticos se han visto muy, pero muy chiquitos.

1 comentario:

  1. Le recomiendo poner las letras de color blanco, por lo demás está muy completo.

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