“Un aire de galán de telenovela, que hace que las mujeres le
definan como un gato lindo, buen manejo de la televisión, un discurso
simple, banal y sin contenido, limitado a la denuncia, el apoyo de la
todopoderosa cadena de televisión (…) y evitar a toda costa el debate con los
otros candidatos y las entrevistas a cuerpo descubierto con la Prensa, le han
bastado al candidato (…) para
encaramarse en la cabeza de las encuestas.” Releo esta nota del periódico
español El País publicada durante la campaña electoral brasileña de 1989 en las
que salió triunfador el (a la postre) malhadado Fernando Collor de Mello y no
puedo de dejar de acordarme de aquel adagio de “no hay nada nuevo bajo el sol” ,.
Dicho esto a la luz del inicio de la campaña electoral mexicana de 2012.
El principal problema del país era la inflación, que había sido el azote de los regímenes militares y ahora lo estaba siendo del gobierno democrático. Desde su ascenso al poder, luego de la inesperada muerte de Tancredo Neves en 1985, el presidente Sarney enfocó todas las baterías del gobierno a combatir la inflación. En 1986 se puso en práctica el plan de choque conocido como "Cruzado", que pretendió frenar a la espiral inflacionaria mediante un rígido control de precios y salarios y con la adopción de una nueva moneda, el "Cruzado", que sustituiría al "Cruzeiro". El Plan Cruzado conoció espectaculares éxitos iniciales, lo que contribuyó al éxito de la centroderecha en los comicios para elegir a la Asamblea Constituyente, pero no pudo sostener el paso y terminó por fracasar. En el año electoral de 1989, la administración Sarney volvió a probar suerte con un nuevo plan de choque, el Plan de Verano, que prescribió importantes aumentos de precios de servicios que prestaba el Estado (15% para la electricidad, 20-30% para combustibles, y 188% teléfono) mientras congelaba el precio de los artículos de primera necesidad (excepto la leche, que subió en 46%); decretaba una devaluación del 17% del cruzado, disponía el despido de 90,000 empleados públicos, finalizaba con la indexación y ejecutaba importantes recortes al presupuesto público. Se trataba no sólo de intentar detener la inflación, sino también de terminar con el estancamiento de la economía y de la productividad industrial (el PIB de 1988 fue de -0.3%) y de detener al creciente déficit gubernamental.
Tal como sucedió con el Plan Cruzado, el de Verano
obtuvo buenos resultados iniciales, pero fracasó a partir de abril, cuando el
gobierno pretendió implementar la segunda etapa del mismo. Fue tan efímero como
las aves de verano. La inflación llegó al finalizar 1989 al 287% de promedio
anual, mientras que el promedio inflacionario anual entre los años 1984-89 se
ubicó en el 390%. Ese era el Brasil de
los años ochenta.
Además de la inflación, quien triunfara en los
comicios de 1989 tendría que vérselas con el problema de la deuda externa.
Brasil era el mayor deudor del mundo a finales de 1989, con un débito total
calculado en 114,600 millones de dólares. La administración Sarney había
logrado una buena renegociación en 1988, pero los malos resultados de los
programas anti-inflacionarios y el aumento del déficit público volvieron a
minar la confianza de los acreedores internacionales, que detuvieron la
concesión de nuevos préstamos a Brasil, condicionándolos a que se concertara un
nuevo arreglo con el FMI y con el Banco Mundial.
La inflación y la deuda externa eran pesados lastres
que repercutían negativamente en la sociedad brasileña. La conflictividad
social creció, sobre todo en las grandes ciudades, donde el número de delitos y
de niños sin hogar crecía dramáticamente año con año. Brasil siempre se ha
caracterizado por ser una sociedad con abismales contrastes sociales y
económicos, y las crisis del llamado "decenio perdido" no hicieron
sino acentuar este problema. Por otra parte, las relaciones industriales entre
sindicatos y patronos conocieron en esta etapa pre-electoral situaciones
sumamente álgidas, que desembocaron en el estallamiento de un sin número de
huelgas, sobre todo en el momento en el que el gobierno anunció el fin de la
indexación como efecto del Plan de Verano.El panorama político también se presentaba oscuro a finales de 1989. Un agudo enfrentamiento entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, que no eran capaces de ponerse de acuerdo prácticamente en nada, mantenían casi atrofiada a la actividad gubernamental, lo que sin duda repercutió negativamente en la situación económica. Por último, las relaciones Ejecutivo-Legislativo también se vieron afectadas por culpa de un problema de interpretación constitucional acerca de la duración del mandato del presidente. Sarney había sido electo vicepresidente en la planilla que encabezaba Neves en los comicios de 1985 para un período de seis años, según la legislación de los militares. Sin embargo, la nueva Constitución prescribía un mandato de cinco años para el jefe de Estado. A final de cuentas, y tras un largo debate que desgastó la vida institucional del país, prevaleció el criterio del Legislativo.
Esta fue una sucesión presidencial enteramente
distinta a cualquiera que haya conocido la historia política brasileña hasta
ese momento. Por primera vez se celebraron comicios directos a dos vueltas con
un inusitado número de candidatos que representaban todas las principales tendencias
y fuerzas políticas presentes en el país, en un contexto de grave crisis
económica política y social, con un régimen democrático y una Constitución que,
aunque recién estrenados, habían ya tenido que enfrentar duras pruebas, de las
que no habían salido libradas del todo bien, lo que sin duda ponía en duda la
viabilidad del sistema político. Los medios masivos de comunicación jugaron un
papel fundamental, influyendo sensiblemente en el resultado final de la
elección. Participaron en la segunda ronda de la disputa por la presidencia de
la República los dos candidatos más jóvenes que hasta ese día hoy hubiese conocido
el país: Fernando Collor de Mello tenía 40 años y Luis Ignacio “Lula” da Silva
44 en el momento de la elección. Se celebraron por primera vez dos debates
televisados con la participación de los finalistas. El volumen del electorado
fue récord: 82 millones de brasileños. El sistema de partidos volvió a probar
que estaba aún muy lejos de estar completamente consolidado. A la segunda ronda
llegaron dos candidatos que a principios del año no eran considerados como los
favoritos. Inclusive la efímera y sorpresiva aparición en la carrera
presidencial del locutor Silvio Santos, que en su momento se ubicó en buen
lugar dentro de las encuestas electorales, contribuyó a darle a la elección de
1989 un perfil insólito, y mucho habló de la pobreza del debate político, la escasa
solidez del sistema de partidos y la aun inmadura cultura política brasileña.
Podemos decir a grosso
modo que la estrategia finalmente ganadora de Collor de Mello de
presentarse mediante una costosa campaña en los medios masivos de comunicación como un outsider
ajeno por completo al aparato político tradicional fue sumamente efectiva, ya
que supo atraer el voto de todo aquel enorme sector del electorado se
manifestaba harto de los métodos usuales. En un país sumergido en una intensa
crisis, el sistema político se estaba desprestigiando, lo que provocaba un
sensible desgaste de las figuras políticas que habían aparecido en el primer
plano del quehacer público en el transcurso de los diez o quince años previos a
los comicios presidenciales. Lo mismo se puede decir de Lula, quien fue capaz
de arrebatar al electorado de izquierda de partidos más sólidos (como el PDT y
el PSDB), presentándose como un luchador sindical que jamás se había
beneficiado por hacer contubernios con el gobierno.
En efecto, nadie se imaginaba a principios de
1989 que los finalistas en los comicios
presidenciales serían Lula y Collor, dos políticos relativamente desconocidos
en aquel entonces a nivel nacional comparados con otros candidatos más
populares. Leonel Brizola, quien durante meses encabezó las encuestas, era un
político populista demasiado identificado con el período de transición, quien
no supo aportar propuestas imaginativas durante la campaña. Paulo Maluf y
Ulysses Guimaraes,. candidatos respectivamente de los dos partidos -PDS y PMDB-
que habían gobernado alternativamente al país durante las pasadas dos décadas y
media, estaban demasiado identificados con el establishment político del que los electores no querían saber nada,
y no tenían nada que ofrecer además de sus personalidades. Muy pronto quedó claro que los comicios
presidenciales tendrían resultados completamente inusitados, hecho que marcaría
un viraje histórico en la historia de la joven democracia brasileña. La elección del 89-90 fue uno de los primeros duelos que conoció el mundo entre el desprestigiado aparato político tradicional y el mensaje de "renovación y cambio" de candidatos que pretendían representar un "espíritu de reforma ajeno a la politiquería", portadores de "nuevas ideas" para combatir con eficacia a los ingentes problemas que azotaban al país. Vendrían varios más alrededor del mundo, con resultados igual o peor de desilusionantes.
Los dos candidatos que supieron ajustarse mejor a esta imagen fueron los que, a la postre, diputaron la ronda final por la presidencia. Y a eso coadyuvó la falta de solidez que presentaba a la sazón el sistema de partidos brasileño. Casi todos los partidos eran entidades poco estructuradas que giraban en torno a un dirigente carismático. Este fenómeno, que se da con mayor o menor intensidad dependiendo del partido del que se trate, es un síntoma claro de los sistemas partidistas poco desarrollados y produce una personalización de la vida política y electoral que llega a ser extrema, en perjuicio de la estabilidad y la gobernabilidad de un Estado.
Las elecciones presidenciales de 1989 experimentaron a fondo el fenómeno de la personalización, tan presente también en prácticamente todas las democracias actúales. Las elecciones presidenciales casi siempre se reducen a duelos exclusivamente de líderes y de ahí que importara de la mercadotecnia en la difusión de la personalidad del candidato. Para las elecciones de 1989 los partidos no tuvieron restricciones en cuanto a la cantidad de tiempo que podían comprar para poner anuncios a las cadenas de radio y televisión, cosa que derivó en una injusta ventaja para el candidato con más dinero. Cabe decir que a raíz de esta experiencia se prohibió en el país amazónico la compra de espacios comerciales por parte de partidos y candidatos en época electoral.
Tenemos entonces que la televisión fue en la campaña
electoral de 1989 ama y señora. Todos los candidatos se concentraron en tratar
de hacer llegar sus mensajes a los ciudadanos, aprovechando el amplio derecho
que la ley les concedía en esta materia. Y tuvo la tele a un candidato consentido,
guapo, fotogénico y que irradiaba energía y simpatía. Fernando Collor de Mello
parecía mandado a hacer para salir en la tele. Nacido en 1950 en de una familia
con tradición política (su padre fue gobernador del estado nordestino de
Alagoas), Collor estudió economía en la Universidad de Brasilia. Su carrera
política comenzó en 1979, cuando fue electo alcalde de la ciudad de Maceibo. Se
convirtió en diputado federal por el estado de Alagoas en 1982, y gobernador de
esta misma entidad en 1986, siempre electo como candidato del PMDB, partido que
abandonó al no estar de acuerdo con las políticas económicas del presidente
Sarney. En 1988 fundó al Partido de la Reconstrucción Nacional con el único propósito
de sustentar sus ambiciones presidenciales. Asimismo, se preocupó por tejer
toda una red de alianzas con empresarios nacionales, que apoyarían con
cuantiosos recursos económicos a su campaña. La adinerada familia de Collor era
dueña de una importante cadena de televisión, afiliada al destacado grupo nacional O Globo.
Por su parte, Luis Ignacio da Silva era un ex obrero metalúrgico y un destacado y
combativo activista sindical. En 1980 fundó, junto con otros dirigentes
sindicales, al Partido de los Trabajadores, que pretendía ser el brazo
parlamentario de la Confederación de Sindicatos (CUT). Lula fue sindicalista
durante la dictadura, por lo que gozaba de un enorme prestigio ante la clase
trabajadora cuando comenzó el período de transición a la democracia.
La estrategia de Collor de Mello rumbo a la primera
vuelta consistió en difundir un discurso anticorrupción, en el que criticaba
duramente a la administración de Sarney, denunciaba los privilegios de las
clases acomodadas, fustigaba a la "inútil y consentida" burocracia,
prometía un ambicioso programa de asistencia social de 94,000 millones de
dólares, proponía iniciar una campaña de privatización de empresas públicas, y
solicitaba abrir al protegido mercado interno al comercio exterior. Además, se dedicó a garantizar su triunfo en
las regiones Norte, Noreste y Sureste del País, las más pobres, en donde la
izquierda tenía poca presencia y estaba mal organizada.
Por su parte, Lula eliminó a sus adversarios de
izquierda de manera un tanto sorpresiva presentándose como un tenaz luchador
social que no se había desgastado en el período de transición a la democracia.
Su pequeño pero bien organizado partido logró penetrar eficazmente en el
electorado de clase trabajadora, el cual empezaba a ser bastante escéptico ante
las propuestas populistas de Brizola. Lula insistió en que emprendería un
programa radical de redistribución de la riqueza y que combatiría los problemas
de la deuda externa y de la inflación "atendiendo siempre a los intereses
de las mayorías". Un discurso radicalmente alejado a la forma en la que
Lula gobernaría a Brasil más de una década más tarde.
Para la segunda vuelta, los dos candidatos
finalistas cambiaron la estrategia propagandística. Ya que ambos candidatos
habían garantizado el apoyo de sus electores "naturales", ahora se
trataba de intentar invadir el terreno del adversario. Sobre todo, sería
determinante el voto de las capas socialmente más bajas de la población. Se
estimaba que 65 de los 80 millones de electores vivían en circunstancias más o
menos graves de pobreza. En esta segunda campaña, el tono se volvió mucho más
agresivo, sobre todo cuando Collor se dio cuenta de que su ventaja sobre Lula
estaba decreciendo considerablemente. Inició en toda forma una campaña negra
contra Lula. Fue entonces cuando el candidato del PRN acusó a Lula de ser un
"marxista incendiario y ateo", que pretendía destruir al régimen
democrático y cuya integridad personal estaba en duda. Los temas familiares y
personales salieron a la palestra de la campaña. La cadena O Globo, la cual tiene nexos con la familia de Collor, difundió una
entrevista con una pretendida ex amante de Lula, quien "confesó" que
Da Silva la había obligado a cometer un aborto 15 años antes. Asimismo, los
estrategas del PRN hicieron circular la versión de que el PT había estado
involucrado en el secuestro de un conocido empresario de Sao Paulo, que había
ocurrido el 11 de diciembre de 1989. Las indecorosas peculiaridades y
dimensiones de esta campaña negra dieron lugar años más tarde a una reforma a
la legislación electoral brasileña para impedir que los candidatos se dedicaran
insultarse, calumniarse y/o desacreditarse en los períodos electorales que
sigue vigente a la fecha.
Asimismo, por primer vez en la historia política
brasileña se celebraron debates televisados entre los candidatos a la
presidencia. Fueron dos y en ellos aparecieron confrontados Fernando Collor y
Lula Da Silva, los aspirantes que lograron llegar a la segunda ronda. El
primero se llevó a cabo el 3 de diciembre. Según las encuestas, en ese momento
Collor gozaba una ventaja de 13 puntos porcentuales sobre su adversario. Pero
en el debate, aunque fue bastante pobre y plano en lo que se refiere a la
calidad y al fondo de los argumentos, apareció un agresivo Lula Da Silva, que a
base de buen humor y de burlas logró desubicar al candidato del PRN, mientras
Collor se mostró confuso y estereotipado. Lula fue capaz, por lo menos, de ser
más claro en el momento de dar a conocer su mensaje. En los días subsiguientes
a éste primer debate, la ventaja de Collor fue disminuyendo. El segundo debate,
efectuado el 14 de diciembre, estuvo plagado de agresiones personales. Lula
seguía en desventaja, por lo que debía asestar un golpe contundente para lograr
rebasar a su rival, mientras que Collor sólo debía limitarse a tratar de no
cometer un error que comprometiera un triunfo que ya parecía seguro. Collor
insistió en su discurso anticorrupción y en sus despiadados ataques a la
administración del presidente Sarney, reiteró su intención de iniciar un
programa a fondo contra la pobreza y atacó duramente en todo momento a Da
Silva, a quien reprochó las alianzas que había concertado con Covas y con
Brizola para obtener el apoyo de toda la izquierda para la segunda ronda.
"Con que programa gobernaría usted", preguntó Collor a su adversario,
"con el del PT que 11 millones de brasileños conocieron y votaron a favor
en la primera ronda o con el que usted y sus amigos Brizola y Covas han
conformado a partir de entonces".
Por su parte, Lula presentó una lista con 3,400 nombres de personas que
habían cobrado sin trabajar en el ayuntamiento de Maceibo durante el tiempo que
el "campeón anticorrupción" se había desempeñado como alcalde. Un momento climático del debate fue cuando
Lula se levantó las manos y las mostró a las cámaras diciendo "Mira
Collor, estas manos son las de un trabajador, están llenas de callos. Anda,
enséñanos tus manos de niño bonito". Al final del debate, las encuestas
mostraron que una ligera mayoría de los testigos (38% contra 35%) consideraba a
Lula como el triunfador.
Durante toda la campaña, y desde muchos meses
previos, se levantaron encuestas en todos los medios de comunicación para
conocer las intenciones electorales de los ciudadanos. La principal
característica de estas encuestas es que demostraron la gran volatibilidad del
electorado brasileño, que en unos cuantos meses paso de favorecer a Brizola, a
preferir a Covas, para después levantar espectacularmente a Collor y, en un
momento dado, colocar en primer lugar al locutor Silvio Santos. Los cuatro
principales diarios del país (O Globo,
Journal Do Brasil, Fohla de Sao Paulo y O Estado Do Sao Paulo), mantuvieron
la política de levantar encuestas constantemente, mismas que se acercaron
bastante al resultado final. Sin embargo, la más exacta fue la encuesta
postrera que efectuó la empresa Gallup, la cual acertó en pronosticar que
Collor triunfaría sobre Lula con una ventaja de seis puntos porcentuales.
Otro tema que fue toral en estas elecciones fue el
del financiamiento. En Brasil existe
desde la promulgación de la constitución democrática un financiamiento
gubernamental a los partidos. Sin embargo, la principal fuente de
financiamiento de los partidos y candidatos que participaron en la elección
presidencial de 1989, la cual pasó a la historia por haber sido la más cara
hasta el momento, fueron los fondos privados. La multimillonaria campaña de
Collor de Mello se benefició ampliamente de generosas donaciones de empresarios
nacionales, quienes veían en Collor a la única opción de derecha capaz de
vencer a los candidatos de izquierda, una vez que la derecha tradicional habían
caído en un abismo de desprestigio. El secreto de Collor fue llevar a todos los
rincones del país, mediante los medios masivos de comunicación y de una campaña
intensiva de visitas regionales, un mensaje en contra de la "política y de
los políticos". Collor entendió que el ciudadano medio, sobre todo el de
escasos recursos y poca educación, culpaba a los políticos de la grave crisis
por la que el país atravesaba, y a base de mensajes simples dio a entender que
él era el hombre llamado a vencer a los "oscuros laberintos del
poder".
Collor no se privó de ningún lujo para hacer su
campaña. Se calcula gastó más de cien millones de dólares (ciertamente poco
para algunos estándares actuales, entre ellos los mexicanos), mismo que
invirtió, sobre todo, en una intensa campaña en radio y televisión, en inundar
de propaganda al todo el país y a garantizar una presencia notable en el Norte.
Collor utilizó -entre otras cosas- de 5 a 11 aviones, un helicóptero, 20
guardaespaldas y 12 camionetas. Millones de artículos de campaña fueron
repartidos por todo el país. Fue, con mucho, la campaña más onerosa de todas
las que se efectuaron en 1989. Gracias a ello Collor fue capaz de recorrer todo
el país y de abrumar a los medios de comunicación con sus mensajes. A final de
cuestas, fue precisamente un escándalo derivado de los malos manejos de los
fondos de campaña, denunciado por su hermano Pedro, el que obligaría eventualmente
a dimitir a Fernando Collor de Mello a la presidencia de Brasil.
Para la segunda vuelta, iba a resultar determinante
la actitud que adoptaran los candidatos derrotados, cuyos electores serían
claves en la definición del resultado final. Ambos candidatos buscaron moderar
al máximo el tono de sus propuestas políticas, en la búsqueda de obtener el
apoyo del mayor número de fuerzas posible.
Al principio, durante los días de noviembre que
sucedieron a la primera vuelta, Collor
no procuró, ni aceptó públicamente el apoyo de ningún partido, a fin de no
comprometer su imagen de outsider
ante el electorado. La campaña del PRN fue realizada atacando justamente a los
partidos políticos y a los políticos a la vieja usanza, en una cruzada en
contra de la corrupción y en favor de la renovación a fondo del sistema
político. Collor había repetido una y otra vez durante su campaña que el
desgaste de los partidos políticos es tan grande, que sólo simbolizan ante la
opinión pública la corrupción, la incompetencia y la ociosidad. Por eso, ante
el reto de la segunda ronda, Collor deseaba ser bastante cauto a la hora de concertar
apoyos. Además, las encuestas lo ubicaban con una enorme ventaja sobre Lula,
que alcanzaba hasta los 15 puntos porcentuales.
Pero conforme fueron pasando los días, la ventaja de
Collor se fue diluyendo, razón que hizo prender las luces rojas a los
estrategas del PRN, quienes optaron por ejecutar prácticas sucias en un intento
por ridiculizar al PT y a su candidato. Aunque nunca hizo una declaración
formal al respecto, Collor vio con buenos ojos el apoyo que le ofrecieron
públicamente Paulo Maluf, el Partido Demócrata Cristiano y el Partido del
Frente Liberal. Por su parte, Brizola y Covas decidieron solicitar a sus
simpatizantes votar por Lula en la segunda ronda. Asimismo, sintiendo que la
brecha que lo separaba de su rival se estrechaba, Lula decidió formular
propuestas al sector empresarial, en el sentido que trabajaría con los
sindicatos para lograr una contención salarial durante los primeros días de su
mandato y con la promesa de que el gasto público no crecería demasiado.El resultado de la elección presidencial de 1989 fue una consecuencia clara de la falta de solidez que exhibe el sistema de partidos brasileño. Representó el triunfo de un candidato que no contó con una estructura partidista bien organizada, sino que basó su campaña en los enormes recursos económicos que recibió por parte de intereses privados. Su triunfo y posterior ignominiosa caída obligaron a hacer una serie de revisiones a las leyes electorales del país dirigidas a procurar una mayor igualdad en las condiciones de la competencia, restringir el alcance de las campañas negativas y de desprestigio y limitar el encarecimiento de la política y la excesiva influencia de los grupos de poder económico.
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