El gran tropiezo
de la administración Johnson fue, sin lugar a dudas, su política en Vietnam.
Desde agosto de 1964, con el pretexto de que unos buques de guerra
norteamericanos habían sido atacados por lanchas torpederas norvietnaminatas en
el golfo de Tonkin, la Casa Blanca recibió del Congreso la autorización para
adoptar "todas las medidas necesarias para repeler la agresión y prevenir
nuevos ataques". Un poco más tarde -a principios de 1965- el presidente y
sus asesores llegaron a la conclusión de que el Vietcong no podría ser derrotado sin una mayor
intervención norteamericana. Se dio entonces la orden de iniciar bombardeos
indiscriminados sobre Vietnam del Norte. También a partir de ese momento,
Washington se dedicó a enviar cada vez más refuerzos militares, hasta llegar en
1968 a la cantidad de 500,000 efectivos. El número de bajas aumentaba en la
misma proporción. En octubre de 1967, el Pentágono anunció que los estadounidenses
muertos o heridos en combate sumaban la cantidad de 101,031. Para 1968, el tonelaje total de bombas
arrojado sobre Vietnam del Norte ya superaba al lanzado por las fuerzas aéreas
aliadas durante toda II Guerra Mundial. Pero a pesar de esta escalada en la
ofensiva y a la utilización de defoliantes, napalm y otros productos químicos
en el frente, los vietnamitas no se daban por vencidos.
Mientras en
Indochina se agravaba el conflicto, al
interior del la Unión Americana el panorama empezaba a oscurecer. Una grave
crisis social y política estallaría como consecuencia de la guerra y como
resultado del fracaso parcial de los proyectos sociales del gobierno. Además,
las tensiones raciales volverían a estallar, ahora con un nivel de violencia
desconocido hasta ese momento.
Durante los dos
primeros años posteriores a su elección como presidente, Johnson siguió
preocupándose por llevar adelante su programa de la Gran Sociedad. Aprovechando
la enorme mayoría demócrata en el Congreso (resultado del aplastante triunfo de
este partido en 1964 que le permitía al gobierno superar a la coalición
republicanos-demócratas del sur), el presidente hizo aprobar importantes
legislaciones en los temas de renovación urbana, salud, educación , desarrollo
regional y apoyo a minorías; entre otras. La reforma social demandaba fuertes
erogaciones por parte del gobierno. Durante los cinco años de la presidencia de
Johnson, sólo en lo que se refiere la educación los gastos estatales se
quintuplicaron, mientras los dedicados al sector sanitario se triplicaron.
Paralelamente al
crecimiento sin medida del Estado bienestar empezaron a aparecer deficiencias.
En muchos casos, los recursos destinados a los programas sociales del gobierno
nunca llegaban a beneficiar a sus destinatarios, ya que o se perdían en la
compleja maraña burocrática o se aplicaban en satisfacer otro tipo de
necesidades. Además, las cuantiosas erogaciones estatales sólo podían ser
subsanadas mediante un monstruoso déficit gubernamental, que para principios de
1967 sumaba la astronómica cantidad de 9,700 millones de dólares. Por si fuera
poco, la guerra de Vietnam estaba obligando a la administración a desviar
recursos destinados a los programas de
la Gran Sociedad para cubrir las crecientes prioridades militares.
El gobierno no
sólo tenía dificultades económicas a causa del déficit en sus presupuestos. La
balanza comercial también presentaba preocupantes números rojos. Por su parte,
la inflación aumentaba, revirtiendo en gran medida con sus efectos todos los
esfuerzos efectuados durante la "guerra contra la pobreza". Sin
embargo, la expansión continuaba. El producto nacional bruto alcanzó, en 1967,
la cifra récord de 785,000 millones de dólares y (un año más tarde) este número
se incrementó a 860,000 millones de dólares. En buena medida este crecimiento
debió mucho al impulso que la industria militar recibió por la Guerra de
Vietnam.
La inflación, el
enorme déficit presupuestal y (sobre todo) Vietnam perjudicaron notoriamente la
popularidad del gobierno. En las elecciones intermedias de 1966 para renovar al
Poder Legislativo, los demócratas perdieron 47 escaños en la Cámara de
Representantes. Los republicanos y los demócratas del sur volverían a tener la
suficiente fuerza para obstaculizar la labor de Johnson. La aprobación de
nuevas leyes para ampliar los derechos civiles, para fortalecer las medidas
anticrimen, para promover programas de ayuda al exterior, para apoyar la
campaña contra la pobreza y para procurar la renovación urbana fueron puestas
en suspenso. El Congreso también se negó a aprobar un incremento de 10% a los impuestos, que se hacía urgente como
una medida para combatir al déficit.
Cabe decir que
rumbo al final del mandato de Johnson, las relaciones entre los Poderes
Legislativo y Ejecutivo mejoraron.
Finalmente pasaron las iniciativas del gobierno sobre derechos civiles,
lucha contra el crimen y aumentos en los impuestos. Pero los recortes a los
presupuestos continuaron, así como los esfuerzos para combatir la inflación.
En el frente
racial se verificaron una vez más intensas luchas, que adquirieron en estos
años una virulencia sin precedentes. El escenario en esta ocasión no sería,
como antaño, al racista y conservador sur, sino las grandes ciudades del este,
del medio oeste y de California. Los
negros, desesperados por la falta de eficacia mostrada por las medidas
adoptadas por las administraciones demócratas en favor de los derechos civiles,
estaban mudando de estrategias. La "resistencia pacífica" practicada
por Luther King y otros dirigentes empezó a ser remplazada por los métodos
violentos de nuevos movimientos de tendencia revolucionaria. El clímax de los
enfrentamientos raciales se produjo en abril de 1968, cuando más de 50 ciudades
norteamericanas fueron azotadas por los motines protagonizados por los negros
tras el asesinato de Martin Luther King en la ciudad de Memphis a manos de un
fanático blanco.
A todas las
dificultades de la administración había que sumar todavía la conflictividad en
las relaciones industriales. Huelgas en varios sectores productivos estallaron
en demanda de mejoras salariales. Johnson se vio obligado a recurrir a la ley
Taft-Hartley, tan repudiada por el Partido Demócrata, para poder hacer frente a
la situación.
Por todas partes
existía la sensación de que la sociedad norteamericana estaba en un proceso de
franca descomposición. Las escenas de las atrocidades cometidas por el ejército
norteamericano, el más poderoso del mundo, en contra de la población indefensa
de un país subdesarrollado habían sacudido a la opinión pública. La Guerra de
Vietnam dio lugar a numerosos cuestionamientos entre los norteamericanos,
quienes se preguntaban sobre el papel que su país debería jugar en el
mundo.
Los bombardeos
masivos sobre Vietnam del Norte, el reclutamiento de jóvenes para ser enviados al Sudeste
asiático y la mala conducción militar, fueron motivos más que suficientes para
originar un vasto movimiento nacional en contra de la guerra. Manifestaciones
de protesta se celebraron a lo largo de todo el país, contando con la presencia
de millares de jóvenes, estudiantes, intelectuales, negros, chicanos y miembros
de grupos pacifistas. Y a medida de que en Estados Unidos crecía la oposición a
la guerra, en el frente de batalla cundía la desmoralización de los soldados,
forzados a pelear por una causa en la que no creían. Vietnam se convertía en
una trágica aventura de la que Washington no sabía como salir.
Todo este
conflictivo escenario fue el telón de fondo de la elección presidencial de
1968. La Guerra de Vietnam estaba dividiendo gravemente a los demócratas.
Distinguidas personalidades al interior de este partido, incluido el senador
Robert F. Kennedy, eran acérrimos críticos de la política vietnamita del
presidente. Sin embargo, para la primaria de Nueva Hampshire el único demócrata
que se presentó para retar a Johnson fue Eugene McCarthy (senador por
Minnesota) quien defendía una plataforma completamente pacifista. Aunque
Johnson salió triunfador en Nueva Hampshire, lo hizo con una diferencia mínima (menos de ocho puntos porcentuales),
demasiado escasa para un presidente en funciones. Al igual que Truman en 1952,
Johnson renunció a buscar la reelección tras su fracaso en Nueva Hampshire.
Con el retiro del
presidente se inició una encarnizada lucha al interior del Partido Demócrata en
busca de la nominación presidencial; con Kennedy, Humphrey, y McCarthy como
principales protagonistas. Pero cuando
el senador Kennedy parecía perfilarse como el seguro ganador, apareció nuevamente
la oscura arma del asesino. Un emigrado jordano de origen palestino, Sirhan B.
Shirhan, disparo las balas de su pistola sobre Kennedy cuando éste festejaba su
triunfo en la primaria de California.
La Convención
Nacional Demócrata se celebró en Chicago a finales de agosto en medio de un
ambiente de violencia. Miles de personas, que se manifestaban en contra de la
guerra a las afueras de la sede de la convención, fueron brutalmente reprimidas
por las fuerzas del orden. Mientras esto sucedía en las calles, los delegados
se daban a la tarea de designar candidato presidencial. Tras el asesinato de
Robert Kennedy sólo quedaban McCarthy y Humphrey como aspirantes con
posibilidades serias. El primero había obtenido un número considerablemente
mayor de votos durante las primarias, pero sus posiciones liberales y su
vocación pacifista eran mal vistas por el establishment demócrata. El
vicepresidente, quien era partidario de mantener sin mayores variaciones la
actitud asumida por Johnson en Vietnam, era el preferido de la dirigencia. En
el momento de la votación, Humphrey se impuso fácilmente, apoyado por toda la
maquinaria del partido. Como su compañero de fórmula, Humphrey designo a Edmund
Muskie (senador por Maine) uno de los legisladores demócratas con mayor prestigio.
La plataforma
electoral fue resultado de una difícil negociación entre las alas liberal y
moderada. Había recogido casi una a una las demandas de los liberales en lo
concerniente a la política interior, pero sobre Vietnam mantenía los puntos de
vista de la administración Johnson. El documento era favorable a poner fin a
los bombardeos sobre Vietnam del Norte, pero sólo cuando esta acción "no
pusiera en peligro la seguridad de las tropas estadounidenses". Reiteraba
la decisión estadounidense de retirar sus tropas "sólo cuando el Vietcong
cesara sus actividades en el sur y se replegara al norte". Una vez
concertado el alto al fuego, se deberían celebrar elecciones libres en Vietnam
del Sur y de ser así, Estados Unidos colaboraría gustosamente a la
reconstrucción de ambos sectores del devastado país. Asimismo, una nueva
administración demócrata sentaría las bases para que en el futuro la armada
sudvietnamita pudiera hacer frente a eventuales amenazas militares.
Sobre otros temas
de política exterior, los demócratas confirmaron su apoyo a Israel (que acababa
de vencer a sus vecinos árabes en la guerra de los seis días) y manifestaron su
disposición a reconocer a la China comunista cuando esta nación "decidiera
convertirse en un miembro responsable de la comunidad internacional" En los asuntos internos, el dueto
Humphrey-Muskie subrayaba la necesidad de combatir a fondo al crimen y a la
violencia en las grandes ciudades, mientras que en el terreno económico
proponían la elevación de los impuestos a las personas con altos niveles de
ingresos.
Por su parte, los
republicanos tendrían unas elecciones primarias y una Convención marcadamente
más tranquilas que las de sus adversarios. El ex vicepresidente Richard Nixon
volvió a presentarse como aspirante, al igual que Nelson Rockefeller. Ronald
Reagan (gobernador de California) y George W. Romney (gobernador de Michigan)
también saltaron a la palestra. Nixon era un ejemplo viviente de constancia.
Apenas dos años después de su derrota en las elecciones de 1960, había
fracasado en su intento por convertirse en gobernador de California. Cuando
todos daban la carrera de Nixon por terminada,
éste se mudó a Nueva York y mantuvo actividad política intensa, fortaleciendo
sus alianzas con los sectores conservadores del Partido Republicano. Por su
parte, Rockefeller se presentaba a las primarias nuevamente como cabeza del
sector moderado, con la esperanza de que el escándalo sobre su divorcio hubiese
quedado en el olvido.
Nixon logró un
buen porcentaje de los votos republicanos y fue nominado candidato presidencial
en Miami a principios de agosto por la Convención Nacional de su partido. Las
enormes diferencias entre el archiconservador Reagan y el liberal Rockefeller
hicieron imposible la conclusión de un acuerdo para la designación de otra
persona. El discurso de aceptación de Richard Nixon fue una poderos pieza a
oratoria que pasó a la historia por que en ella el candidato utilizó el fmoso
concepto de “la mayoría silenciosa”. Para la vicepresidencia, Nixon escogió al
gobernador de Maryland, Spiro T. Agnew, quien originalmente había aparecido
como partidario de Rockefeller, pero que supo cambiar de tren en el momento
adecuado. La plataforma republicana era marcadamente menos conservadora que la
presentada por el partido en 1964. Se trataba de un documento que pretendía
"mediar" entre las posiciones de los moderados y los conservadores
sobre los temas de política exterior e interior para no provocar una división
que comprometiera el triunfo en los comicios generales.
Sobre Vietnam,
los republicanos acusaban a la administración demócrata de haber fracasado
"militar, política y diplomáticamente". Opinaban que la guerra
debería "desamericanizarse", procurando el fortalecimiento de las
fuerzas armadas del sur hasta que estas pudieran defenderse solas. Una vez
cumplido este objetivo, las fuerzas norteamericanas volverían a casa. La
plataforma evitaba toda referencia a los bombardeos. Sobre la defensa y
seguridad nacionales, se censuraba al gobierno de Johnson por no haber
desarrollado armas nucleares y convencionales que garantizaran la superioridad
bélica de los Estados Unidos sobre la Unión Soviética. Los republicanos también
manifestaban su pleno apoyo a Israel, establecían que el reconocimiento de China
Popular no era viable "en las actuales circunstancias", declaraban su
preocupación por el incremento del crimen y de los desordenes raciales al
interior de los Estados Unidos y, en el terreno económico, condenaban la
"desadministración" demócrata, prometiendo una reorganización de los
presupuestos gubernamentales e incluso un recorte en los impuestos "una
vez terminada la sangría de recursos que supone el conflicto en Vietnam".
Un tercer
candidato se presentó para participar en la competencia presidencial. Se
trataba de George Wallace (gobernador de Alabama) que promovió la creación del
Partido Independiente Americano (American Independient Party). Wallace era un
radical de derecha que como gobernador se había opuesto terminantemente a la
implantación de los derechos civiles en su estado. La plataforma del Partido
Independiente Americano mantenía la necesidad de buscar una paz negociada en
Vietnam, pero sí el diálogo fracasaba, habría entonces que imponer una solución
militar. Wallace pretendía reforzar al máximo el poder de las autoridades
locales y estatales frente la federación, declaraba su oposición a la Ley de Derechos Civiles de
1968 y ofrecía extender los beneficios de la seguridad social e incrementar los
subsidios agrícolas. También proponía que
los jueces de la Suprema Corte de Justicia se sometieran su confirmación
periódica por el Senado en intervalos razonables.
George Wallace no
aspiraba a obtener el triunfo nacional, pero sí tenía la esperanza de ganar en
el sur los suficientes votos para llegar al Colegio Electoral con una fuerza
relativa y fungir como "fiel de la balanza" en caso de que un
resultado demasiado reñido impidiera que alguno de los aspirantes de los dos
grandes partidos obtuviera la mayoría absoluta. De esa forma, los radicales
impondrían al presunto ganador una serie de condiciones en el momento de la
negociación.
La campaña
electoral fue bastante anodina. Las diferencias entre ambos candidatos no eran
significativas. Los republicanos se presentaban como favoritos, dado la
división interna de los demócratas y la candidatura independiente de Wallace.
El 31 de octubre, unos días antes de la celebración de los comicios, Johnson
anunció la suspensión de los bombardeos a Vietnam del Norte, como parte de una
maniobra destinada a beneficiar a los demócratas.
Las elecciones de
1968 tuvieron como desenlace una apretada victoria a Richard Nixon, que
consiguió el 43.4% de los votos populares, apenas siete décimas arriba de lo
obtenido por Humphrey. Pero pese a lo reñido del resultado, en el Colegio
Electoral Nixon alcanzó el 55.9% de los votos, echando por tierra las
esperanzas de Wallace. Los republicanos ganaron en el oeste, en partes del
medio oeste y en algunos estados del sur; mientas que los demócratas triunfaron
en la mayor parte de los estados del
este, en algunos de la región de los Grandes Lagos y sólo en uno del antiguo
"sólido sur": Texas. Wallace ganó en 5 estados sureños (Arkansas,
Louisiana, Alabama, Mississippi y Georgia).
El Congreso
siguió dominado por los demócratas, pese a una ganancia de los republicanos de
5 escaños en cada una de las cámaras.
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